domingo, 26 de octubre de 2014

Atmen

Es regnet,
aber nur manchmal

Tanta fiestecilla tiene sus consecuencias. Si al inicio de las clases y al descubrimiento de que realmente no sabes alemán (al menos no el suficiente para seguir las clases sin amargarte), le sumas un resfriado y unas lluvias semitorrenciales, los ánimos decaen. 

Por suerte, las sopas de sobre y las siestas letárgicas han ayudado, y creo que ya estoy preparada para soportar este clima tan loco.

Si algo puedo resaltar de estas semanas es la variedad. El Erasmus te permite conocer a personas de muchos países, con distintas formas de pensar y de ver el mundo. Y, pese a que vivir en las afueras tenga sus desventajas (sí, me gusta quejarme de Littenweiler), me ha dado la oportunidad única de convivir con alemanes, lo que hace que esta experiencia sea aún más auténtica.


Siempre me ha gustado conocer lugares y a personas diferentes. Y parece que Freiburg, pese a su pequeño tamaño, es el sitio idóneo para ello.

Gente que me inspira, gente diferente, con historias difíciles que te demuestran que tus problemas no son tales, con metas claras o con grandes ilusiones. Conversaciones absurdas y filosóficas a deshoras.

Freiburg,
más grande de lo que parece
(en todos los sentidos)
La gente es diversa y también lo son los sitios a los que ir.

Desde Kagan, una discoteca muy chic con unas vistas increíbles de la ciudad, a cualquier Keller (sótano) perdido en una callejuela; las posibilidades son infinitas.

Los bares de las distintas residencias (admitamos que el de Stusie es el mejor, pero el de Stühlinger también está bien, y los que quedan por conocer…), sin dejar de lado el de la mía, que es chiquitito pero matón. Que lo mismo te monta una fiesta Schlager (de música popular alemana), que un torneo de futbolín, que una fiesta de las Stockwerks (es decir, de las distintas plantas/pisos compartidos en las que está dividida la residencia, que funcionan como equipos y son básicamente otra excusa para montar una fiesta)

Fiestas en la Mensa, que para los que no lo sepáis es el comedor universitario. En España sería absurdo, aquí de lo más normal.

Salidas con mis alemanes a un sitio de música Balkan que, perdonad mi incultura musical, no tenia ni idea de lo que era.

Barbacoas, comidas de domingo en un jardín (pasta, tarta, café y turbante), casetillas de Hauptbahnhof, buses nocturnos inexistentes y surrealismo everywhere.

Para esta semana tocará estar más centrada, aunque ya se sabe: ein bisschen Chaos ist in Ordnung. Mal sehen!!



sábado, 18 de octubre de 2014

Sunshine


En esta vida existen pequeños detalles que hacen cambiar mucho las cosas. Por absurdo que parezca, ver tu nombre en el buzón (reemplazando a ese tachón sobre el nombre del anterior inquilino y ese garabato apresurado que tuviste que hacer el primer día) o recibir tu carnet de la universidad, adquieren un gran significado. Por fin empiezas a encontrarte en tu sitio. Y, para qué negarlo, tener finalmente Internet también ayuda.
El Titisee desde un barco,
menos nubes en el cielo y la cabeza
Si a eso le añades encima unos días soleados y unas cuantas fiestas, la cosa mejora notablemente.

Vivir apartada del centro y en el lado opuesto a la Stusie (residencia por excelencia de los Erasmus y centro de gran parte de las fiestas) sigue siendo cuanto menos “interesante”. Siempre tengo una buena historia que contar sobre huelgas de trenes y combinaciones absurdas de tranvías y buses. A no ser que cuente con un alma caritativa que me lleve, tardo más tiempo en llegar a los sitios del que a veces llego a pasar en ellos. 


Al menos mi bus nocturno se llama “Júpiter”, lo que no deja de ser poético.

Pero tranquilos, no todo es tan terrible en Littenweiler (así se llama mi maravilloso barrio del que muchos dudan su pertenencia a Friburgo). Las vistas son preciosas y mi residencia tiene un bar bastante animado y barato. De hecho anteayer fue la fiesta de bienvenida allí y estuvo realmente bien. Aunque empezó de una manera un tanto peculiar.

Como siempre, llegué tarde (la siesta me reclamaba) y, al entrar al salón de actos, veo que tienen preparados una especie de juegos para los “ersties” (los novatos). Y ahí que entro yo con toda mi cara de asco. La perspectiva de pasarme las siguientes dos horas atadita de las muñecas con seis desconocidos dando vueltecitas por la resi no era demasiado alentadora y, además, soy bastante contraria a ese tipo de historias.

El jueguecito era de ir por los sitios contestando preguntas y ganando puntos y el primer sitio al que nos toca ir no es otro que la capilla. Power Point promocionando sus actividades y una de las preguntas consistente en no sé qué canción religiosa (en alemán, natürlich). Mi cara de susto al oír a esas criaturillas cantando un himno en alemán no tenía precio.
Die Sonne scheint

Por suerte la siguiente parada era el bar, y los chupitos gratis y preguntas sobre la ingesta media de alcohol de los alemanes pintaban bastante mejor. Te empiezas a reír del surrealismo que te rodea y al final le medio empiezas a dar una oportunidad a esto. Y empiezas a conocer a gente muy simpática y alguna de ellas incluso hablan español porque hicieron un año de voluntariado en Sudamérica (algo muy común en Alemania, donde cuando los alumnos terminan el instituto suelen dedicar un año a hacer algo por la comunidad, a conocer mundo y a conocerse mejor ellos mismos; o al menos tienen la oportunidad de hacerlo sin que les tilden de vagos o inconscientes)

Tras el jueguecillo, fiesta hasta altas horas, con interesantes conversaciones en múltiples idiomas y una notable mejora de mi nivel de alemán (que tiende aumentar bastante en las fiestas). 


A ver qué tal sigue todo esto.

lunes, 13 de octubre de 2014

Schritt für Schritt...


Pues, por fin, casi una semana después de llegar a Friburgo, puedo escribir. Me he pasado todo este tiempo sin Internet, lo que, como os podréis imaginar, no es lo más ideal cuando uno acaba de llegar a una ciudad desconocida.

En fin, tras unos días muy buenos en casa de esta amiga, me tocaron unas cuantas horas de viajecito bajo la lluvia y, como siempre, bien cargada de maletas, hasta Friburgo.

las vistas desde mi habitación,
muy rural todo
Mi maravillosa residencia, como ya os adelanté en su día, está perdida en medio del bosque. Literalmente. Desde mi ventana se ven las montañas con sus arbolitos y eso. Para ir al centro tengo que coger el tren o el tranvía y aún no controlo demasiado los horarios, así que llego tarde a todas partes. ¿Raro en mí, no?

Ah, y sospechas confirmadas, vivo con 17 alemanes con los que comparto cocina y baño (aunque sea una residencia está organizada por plantas y cada planta funciona como un piso compartido).


En general los de la residencia son amables, pero no puedo negar que todo es un poco complicado. Eso sí, mi nivel de alemán creo que aumenta por segundos, es una cuestión de supervivencia. Aunque, a veces, llega un punto en que me resulta todo tan agotador que ni puedo ni quiero hablar ningún idioma.

Por otra parte, el papeleo es bastante insoportable y la falta de Internet no es que ayude mucho. Creo que me acabarán echando del Starbucks, porque se nota bastante que vengo básicamente a pillar Wifi.

Menos mal que la gente en Friburgo es bastante simpática, te miran con una mezcla entre cariño y compasión cuando preguntas por las direcciones e incluso creo que una abuelita de aquí me ha querido adoptar o algo porque me regaló una tarjeta de transporte así por las buenas.

Respecto al tema salir y fiestas, impera nuevamente el surrealismo que me caracteriza. Días en los que iba a una cenita tranquila en la Mensa he acabado en una discoteca desde la que se veía todo Friburgo y días en los que pretendía salir he acabado en modo sofá, manta y peli con mis compañeros de piso.

Por lo demás, me las apaño bastante bien aquí, aunque creo que necesito con urgencia que alguien me regale un libro de cocina. Poco a poco mi habitación va dejando de tener ese aire provisional e igual que mis cosas se van asentando en este nuevo espacio, también lo van haciendo mis ideas.


lunes, 6 de octubre de 2014

Del estrés a la calma


Y tras tanto esperar llegó el día. Tras una noche muy corta, llena de despedidas y de  problemas para cuadrar el peso de las maletas, cogí ese avión a Basilea (Suiza).

La cara y estresante Basilea,
a la que pese a todo pretendo volver un día
 Y tras un vuelo entre cabezadas empezaron los problemillas y malentendidos que tanto me caracterizan. El resumen en pocas palabras sería: móvil que no funciona, señora cargante, maletas pesadas y francos suizos. Aunque no lo parezca  estos términos inconexos tienen bastante sentido. Digamos que tuve que acabar comprándome una tarjeta sim suiza (entre ésa, la alemana y la española parece que las colecciono o algo) y que en Suiza te cobran hasta por respirar (y además lo hacen en francos suizos y se inventan los tipos de cambio).




En fin, al menos entre tantas vueltas pude ver un poco de Basilea y pararme en un parquecito a tomar algo (el típico bocadillito de jamón que toda madre que se precie manda a su hijo como salvavidas en un viaje).

El estrés por fin acabó cuando, tras haber temido perder mi conexión de tren, llegué sana, salva y tras más de doce horas de viaje a Speyer. a la casa de mi amiga. Allí conocí a sus famosos abuelos andaluces, unos señores adorables adictos a “Juan y medio”, y al resto de su familia (que son muy acogedores).

Catedral de Speyer,
enorme
Estos días he estado conociendo la región (Rheinland-Pfalz y Baden-Württenberg) y probando los productos típicos y el vino Riesling (¡por fin una región más vinícola que cervecera!). Deidesheim, Hockenheim y Heidelberg (que es una auténtica preciosidad), sin olvidar Speyer y su gigantesca catedral.

Heidelberg desde un castillo,
buenas vibraciones







Y sobretodo estoy hablando (y escuchando) mucho mucho alemán. En la calle, en el cine, en la tele, en la casa (aunque allí hablo más bien Speuch, lo que viene siendo una mezcla de español y alemán). Y eso se nota, aunque a veces tarde en pillar las cosas, pero poco a poco.




Esta primera e improvisada etapa del viaje está siendo muy buena y , aunque son fechas un tanto especiales para no estar con la familia, estoy realmente ilusionada. Mañana toca otro largo trayecto hasta Friburgo, a ver lo que me espera allí.

Ah, mirad lo que he encontrado en un escaparate:



Casualidades que nos gusta recolectar...


viernes, 3 de octubre de 2014

Un cambio de aires

Mi dormitorio, en un afán por parecerse a mi cabeza, es un auténtico caos.

Una multitud de montoncitos de ropa ha invadido mi cama: desde el conjunto "vale para todo", al vestidito de "por si un día de estos me da por arreglarme", pasando por las prendas "niña llévate algo abrigado para la nieve". 
Tampoco faltan un par de libros y manuales con nombres tan bonitos y sugerentes como "Bürgerliches Gesetzbuch" o "Zivilprozess-ordnung" (lo sé, os acabáis de enamorar del idioma alemán), porque, aunque muchos no me crean, también pienso/pretendo estudiar algo en estos meses (de propósitos también se vive, ¿no?).

Así que, después de meses de papeleo interminable, problemas de alojamiento y desesperadas (y no precisamente gratuitas) llamadas a Alemania, por fin ha llegado el día (o casi).

Por delante quedan unas cuantas horas de avión, otras tantas entre buses y trenes y bastantes caos fronterizos hasta llegar a casa de una amiga alemana a la que sorprendí anteayer con la noticia de que le toca acogerme los primeros días en su idílico pueblo. Al menos hasta que a mi muy querida residencia le dé la gana de dejar que me instale allí. 

¿Por qué ir del tirón y justo a tiempo para la "Welcome Week" a una residencia para Erasmus en todo el centro de Friburgo pudiendo....?:

- volar a Suiza 
- hacerme 250 kilómetros en tren (mejor dicho en varios trenes, parando en pueblos y ciudades suizas y alemanas de nombre impronunciable) 
- conocer Mannheim y Speyer (que por lo poco que he visto parecen lugares preciosos)
- reencontrarme con una amiga (una alemana de abuelos andaluces a la que conocí en Francia y que es una persona encantadora)
- ir a una residencia a media hora de la universidad y perdida en medio del bosque (se avecinan mañanas de estrés), en la que me temo no va a haber ni un sólo Erasmus y, además, católica (aún no tengo demasiado claro lo que me voy a encontrar al llegar...)

Resumiendo, toda una invitación al surrealismo y la mejor medicina para un año que ha sido complicado.


Empieza la aventura...