sábado, 30 de mayo de 2015

Surrealismo en Bélgica: Parte II


El último día en Bélgica había que aprovecharlo, así que tocaba despertarse a las 7, algo que para ti, criatura nocturna, significa dolor. Recoger, check-out (echaremos de menos a la tostadora asesina), dejar las maletas en la consigna del aparta-hotel (véase cuartito de la limpieza, pero bueno) y a la estación rumbo a Brujas con el "Go Pass" y café en mano. Durante el trayecto seguimos perfeccionando nuestros conocimientos de flamenco (Flämisch, Vlaams o como lo quieras llamar), que sabiendo alemán con suerte pillas una de cada cincuenta palabras. 
Grote Markt (Brujas),
fachadas de cuento


Los mejillones en cuestión,
por no faltar a cierta recomendación ;)














Brujas es sin duda preciosa, y allí tocó comer el típico gofre y almorzar los archiconocidos mejillones con patatas fritas (moules frites), que, pese a no comprender del todo el concepto, resultaron estar muy buenos. 


Gante




En cuanto a Gante, fue una lástima haberlo dejado tan para el final, porque el cansancio no te deja disfrutarlo igual. Pese a estar agotadas seguimos al máximo, ya descansaríamos en el viaje de vuelta. O eso creíamos.






Camino/Carrera a la estación de Bruselas tu maleta decide que es un buen momento para dejarse una rueda en el camino. Gracias a eso y a que un señor decidió colarse en la máquina de billetes perdimos el tren al aeropuerto. Pero bueno, no pasaba nada, aún quedaban bastantes horas y los trenes pasaban cada diez minutos. Nuevo error. Resulta que no había mejor día que ese para una huelga de trenes.

Porque una maleta con cuatro ruedas está sobrevalorada
Ahí empezó el caos: Ver como van cancelando todos los trenes en tu cara, y cómo juegan con tus esperanzas. Que pongan que el tren va a salir y te hagan estar esperando en el andén cual idiotas. Que salga otro tren de ese andén que no es el tuyo. Una gran impotencia y un gran estrés, porque ya os estáis viendo durmiendo debajo de un puente. Coger un taxi junto a un chico español que se vio en las mismas, pidiéndole al taxista que acelerase como si no hubiese mañana (meterle prisa a los taxistas empieza a convertirse en una extraña costumbre). Y, finalmente, salir del taxi y correr (con la maleta rota) hasta la terminal. 

Al final lo conseguimos, pero el susto nos lo llevamos. Supongo que toda madre que se precie dirá lo de que todo esto nos pasa por ir justas de tiempo. Sea como fuere, al menos nos queda una buena historia que contar.
¿Te subes?

Como detalle curioso me quedo con esta foto de una de las líneas de metro de Bruselas, al final va a resultar que el Erasmus no es un tren, sino una línea de metro. Tú eliges cuándo y dónde te montas y el trayecto que quieres hacer. Es así de simple, el Erasmus es lo que hagas de él.

viernes, 29 de mayo de 2015

Surrealismo en Bélgica: Parte I


Los viajes son siempre una de las principales fuentes de anécdotas, y como no, un par de días en Bélgica se convierten en el escenario perfecto para el surrealismo.

Aprovechando las Pfingstferien o vacaciones de Pentecostés (sí, estos alemanes tienen bastantes días festivos, al menos en la universidad) cogimos uno de estos vuelos baratitos a Bruselas.

Mar de nubes
(foto un poco postureo)

El surrealismo ya empezó antes de salir, cuando el día de antes pretendiste ir a clase y te encontraste la universidad cerrada. Parece que lo de que el lunes de Pentecostés es festivo es tan evidente aquí que ni lo ponen en el calendario académico. Y aquí los días festivos se los toman muy en serio, es decir, que está absolutamente todo cerrado y eso de las tiendas de desavío o de 24 Horas en tu querido Friburgo aún no lo han inventado.




Tras el temor inicial de pasar una semana a base de arroz o de tener que hacer la compra de la semana en Bélgica, tus compañeros de piso te confirman que el resto de días sí que abrirán las tiendas. Aliviadas, el día del viaje buscáis un sitio donde imprimir la reserva del alojamiento, pero parece que eso de imprimir no se lleva o algo, porque el único sitio cerca de la estación donde poder imprimir es un muy poco acogedor locutorio,  donde además se encargan de estafaros cual guiris recién llegadas. Un comienzo muy prometedor.

Después de hora y media de trenes y buses (única combinación posible si no quieres que llegar al aeropuerto te cueste más que el propio billete de avión) lográis llegar al aeropuerto de Basilea para vuestro vuelo a Bruselas de unos escasos 45 minutos. 

Grand Place,
gran primera impresión
Pese a todo, y debido a unas cuantas vueltas de más por el aeropuerto y  la ciudad, llegáis al hostel casi seis horas después de salir de casa. Era una especie de aparta-hotel bastante céntrico y aparentemente bien equipado. Al día siguiente descubriríamos lo equivocadas que estábamos al respecto.

Tras salir a  dar una vuelta y ver la impresionante Grand Place iluminada,  decidimos intentar cenar algo  y pudimos constatar que el concepto de “sobremesa” sólo existe en España. Que los camareros os miren mal y os empiecen a quitar las cosas de la mesa antes de que acabéis con un afirmativo “C’est fini” parece formar parte de la “simpatía” local.




El Atomium,
al final mereció la pena la paliza para llegar
Al día siguiente, tras una muy agotadora jornada pateando toda Bruselas sin parar (creo que para estar un día lo vimos casi todo) y lograr entrar “de extranjis” en el Parlamento Europeo (las cosas buenas que tiene el surrealismo y las casualidades de la vida),  regresamos al hostel con la intención de poder cenar unos bocatas allí (como estudiantes hay que ahorrar costes).

¡Ilusas de nosotras! ¿Por dónde empezar? Dejémoslo en que “casi” le prendemos fuego a la habitación. El concepto de tostar un poco el pan, dio lugar a una llama. Sí, una llama de verdad, no humito ni tonterías. 

Nuestra maravillosa cultura sobre pelis en las que hay incendios nos permitió solventar la situación, aunque a la toalla del cuarto de baño no creo que le pareciese tan buena idea. 



Cerveza del Delirium, parada obligatoria
(y más aún si has sido atacado por una tostadora)

Una vez superado el susto inicial y aireada la habitación (que seguiría oliendo bastante a chamusquina), decidimos proceder a cenar, pero se ve que el frigorífico había decidido congelar nuestra comida, puede que como contrapunto al pan carbonizado. Por si fuera poco, el microondas no funcionaba, así que nuestra cena fue lo que pudimos salvar del pan, algo de queso y unos gofres de paquete del 24 Horas (que, por suerte, en Bruselas sí que existen).


Menos mal que no hay nada que una cerveza en el Delirium no logre arreglar, visita obligada de Bruselas para recobrar fuerzas y llegar a la conclusión de que nuestra habitación es como la de la peli “Esta casa es una ruina”. Al día siguiente tocaría visitar Brujas y Gante y volar de vuelta, y haría falta mucho café para sobrevivir a todo lo que nos esperaba y a la odisea que se nos venía encima.


viernes, 15 de mayo de 2015

Primaveralidades


Cuando no se sabe de qué hablar, siempre se habla del tiempo. Es el tópico ideal para salir de silencios incómodos o para dar pie a mejores conversaciones. Esperemos que esta vez sea para lo segundo.

Recuerdos efímeros de la tormenta 

El tiempo en esta época del año en tu querido Friburgo es de lo más absurdo. Al mediodía mueres de calor en esas clases tan poco adaptadas a las altas temperaturas (aquí 30 grados pesan más que en tu ciudad natal , ya sea porque el calor friburgués es distinto o simplemente porque nos gusta quejarnos).

De repente se empieza a nublar y diez minutos después comienza una tormenta que acaba en granizo (granizo del de verdad, tamaño pelota de golf), para luego volver a salir el sol.

Ni tú ni los pobres alemanes tienen muy claro como vestirse y esto conlleva ver por la calle a gente en botas paseando junto a otras en shorts y chanclas.




Sabes que las metáforas sobre el tiempo están un tanto manidas, pero no por ello dejan de ser aplicables. La vida del Erasmus se parece mucho a estos días de primavera. Imprevisibles, cambiantes, absurdos. Sabes cómo empiezas el día, pero no como lo vas a terminar. 

Un día de clase puedes decir de tomarte una cerveza y acabar cantando Schlager a pleno pulmón unas cuantas (bastantes) horas después.

Otro día puedes estar amargada porque no te enteras de algo (especialmente si es una clase de ruso en alemán), luego en el descanso irte hora y media a la piscina, volver y quedarte casi dormida en clase, ver un reality show por la tele (todo sea por comprender la cultura local) o verte en una peculiar verbena de vino en un pueblo/barrio todavía más lejos del centro que tu querido Littenweiler . Y muchas veces (casi) todo esto en un mismo día y en un orden de lo más ilógico.

La otra cara de la moneda
Solo te queda disfrutar del sol y esperar que la próxima tormenta te pille a cubierto. O puede que incluso disfrutes la tormenta.

Tal vez el Erasmus sea en sí una perpetua primavera. Al menos mientras dura. Así que mañana te vas a Stuttgart a un Holi Festival (más conocido como el festival de los polvitos de colores) a celebrar esta caótica primavera.

"Frühling ist wiedergekommen, Die Erde
ist wie ein Kind, das Gedichte weiß"
                 
                                      Rainer Maria Rilke